Romance a Norah Lange (en su libro Simbad)
Arturo Capdevila

Abedules, abetos y fresnos,
erguidos en negros boscajes
sobre la blancura nevada y perfecta
del valle;
sabeis donde mora,
decid, Norah Lange
por esa Noruega
toda de cristales?
De los nombres bárbaros
de helada barbarie,
cuál el de sus señas?
Ekeberg?  Hardanger?

Tal como en un libro
de fábulas sale,
sumergida en pieles
y en trineo parte.
De cochero, un oso
rubio en el pescante.
y le dice Norah
que corra y no pare
hasta las auroras
boreales,
donde acaso, acaso,
sorprenda a los elfos de baile.

Cuidado, noruegos.
Esta Norah Lange
de los ojos claros
y el cabello  lacre,
de los versos raros
y la prosa amante,
nada tiene que ver, os lo juro
con vuestra Hedda Gábler.
Ya su alma está llena de alondras
tan  meridionales,
que aunque reverbere la nieve en los gélidos
días de un instante,
o se azule el cielo religiosamente
en noches nórdicas sin oscuridades
grabadas de renos salvajes,
y rijan los tiempos las Nornas
debajo del árbol Igdrásil,
si acaso cantan sus alondras
trasueñan álamos y sauces,
y los ganados de la pampa
y los floridos alfalfares.

Músicos de Oslo y pescadores
de arenques tienen sus cantares
que sin cesar nombran el polo virgen,
de cirgenes paisajes.
Pero ella solo quiere cantos
de Buenos Aires
                                                   Y Norah Lange añora y llora
                                                    Entre tantas blancas imágenes.