CALLE DE LAS SIERPES del Libro “Calcomanías” 1925
a Ramón Gomez de la Serna
Una corriente de brazos y de espaldas
nos encauza
y nos hace desembocar
bajo los abanicos,
las pipas,
los anteojos enormes
colgados en medio de la calle;
únicos testimonios de una raza
desaparecida de gigantes.
Sentados al borde de las sillas,
cual si fueran a dar un brinco
y ponerse a bailar,
los parroquianos de los cafés
aplauden la actividad del camarero,
mientras los limpiabotas les lustran los zapatos
hasta que pueda leerse
el anuncio de la corrida del domingo.
Con sus caras de mascarón de proa,
el habano hace las veces de bauprés,
los hacendados penetran
en los despachos de bebidas,
a muletear los argumentos
como si entraran a matar;
y acodados en los mostradores,
que simulan barreras,
brindan a la concurrencia
el miura disecado
que asoma la cabeza en la pared.
Ceñidos en sus capas, como toreros,
los curas entran en las peluquerías
a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez,
y cuando salen a la calle
ya tienen una barba de tres días.
En los invernáculos
edificados por los círculos,
la pereza se da como en ninguna parte
y los socios la ingieren
con churros o con horchata,
para encallar en los sillones
sus abulias y sus laxitudes de fantoches.
Cada doscientos cuarenta y siete hombres,
trescientos doce curas
y doscientos noventa y tres soldados,
pasa una mujer.
Sevilla, abril 1923.
VIA DELLE SERPI
Una fiumana di braccia e di spalle
ci incanala
e ci fa sfociare
sotti i ventagli,
le pipe,
gli occhiali enormi
appesi in alto in mezzo la strada,
unici testimoni di una razza
scomparsa di giganti.
Seduti sulla sponda delle sedie,
come stessero per spiccare un salto
o mettersi a ballare,
i soliti clienti del caffé
plaudono l'attiviti del cameriere;
intanto i lustrascarpe nettan loro gli stivali,
finche c'e luce a leggere
il programma per le corridas domenicali.
Con le facce da mascheroni di prua
-l'avana fa le veci di bompresso-
i possidenti entrano
negli spacci di liquori,
a farla a pugni con gli argomenti
come entrassero a fare strage;
e, i gomiti sui banconi
che sembrano barriere,
offrono ai presenti
la bestiola imbalsamata
che sporge il muso dalla bottiglia.
Chiusi ne'loro mantelli, come toreros,
entrano i preti nelle barbierie
a radersi davanti quattrocento specchiin fila,
e quanto escono in istrada
han di nuovo una barba di tre giorni.
Nelle sale calducce
dei circoli borghesi
la pigrizia circola
come in niun altro luogo
e i soci la ingeriscono
con biscottini e orzata
per inchiodar nei seggioloni
le loro abulie e le loro lassezze di fantocci.
Per ogni deucentoquarantasei galantuomini,
trecentododici preti
e duecentonovantatre soldati,
pasa una donna.
|